Los emos
Es admirable el celo misionero de esos jóvenes americanos de rubias facciones, (o de morenas facciones, según sea el caso), de camisas blancas de manga corta, corbata y pantalón oscuro, con su infaltable mochila al hombro; esos jóvenes mormones que recorren nuestras calles como diligentes hormiguitas para arriba y para abajo.
Es admirable, pero también es una lástima, porque a esos jóvenes desafortunados alguien los engañó; hicieron un voto de hacer dicha labor todo un año, y lo hacen, con buena voluntad pero sin saber que han sido miserablemente engañados. Sin saber que son explotados por un corrupto sistema religioso que los tiene atrapados y que irremediablemente los lleva a un despeñadero sin fondo llamado infierno, donde finalmente perderán sus almas.
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